Una visión sesgada, pero reconfortante, de la realidad
lunes, 12 de septiembre de 2011
No hay ninguna edad en la que dejemos de cambiar el cerebro. Lo único que detiene su evolución es el hábito de pensar, actuar y sentir del mismo modo por el resto de tu vida.
El instinto de supervivencia de la única neurona positiva que me queda ha conseguido que deje a un lado todas las informaciones publicadas por los medios de comunicación susceptibles de abrir una úlcera estomacal a cualquiera -desgraciadamente, son mayoría-, y centrarme sólo en aquellas noticias que hacen que todavía tengamos esperanza en la Humanidad.
No soy lo que hago, ni una suma de las distintas caras que muestro. Los actos pueden delatarnos en ocasiones, pero por sí mismos no muestran el verdadero rostro de nuestra personalidad. Al fin y al cabo, lo que piensa cada uno, lo más inaccesible de una persona, es lo único inviolable y real que existe.