martes, 18 de mayo de 2010

NO TE RÍAS, QUE (A VECES) ES PEOR


Más de una vez he intentado en este blog enumerar los beneficios de la risa, tanto a nivel físico como mental. Una buena carcajada a tiempo nos puede aliviar del dolor, producir euforia, sobrellevar un día gris o, simplemente, animarnos un poco. Todo esto sin contar el ejercicio abdominal que suponen dos minutillos de risa y el flujo sanguíneo que se genera.

Reírse a mandíbula batiente es, por tanto, bueno, muy bueno. Pero, como pasa con todas las manifestaciones físicas de los estados de ánimo, hay que ser consciente de la situación en que uno se encuentra, saber positivamente que esa expresión de alegría va a ser compartida por tu interlocutor y aguantarse cuando uno intuye que una carcajada en determinado momento va a resultar de lo más incómodo. Es decir, alegría SIEMPRE; risas ruidosas e incontenidas, en ocasiones en las que se permita, y con sentido común.

A continuación, enumeraré situaciones en las que una carcajada puede arruinar un momento, alguno de ellos prometedor. Otros no invitan en absoluto a la risa -más bien al contrario-, y en unos cuantos genera, cuando menos, incomprensión. Así pues, deberíamos poder controlar la risa estrepitosa en los siguientes casos:

1.- Cuando un amigo nos esté contando un problema que le angustia. Aunque esté poniendo una cara de 'milikito' de lo más graciosa, intentaremos ceñirnos al tema que nos ocupa y mostrar nuestra sincera comprensión.

2.- Cuando tu pareja se desnuda en la intimidad. Por muchos kilos que haya cogido en las últimas semanas y lo graciosa que te resulte esa pelambrera caprichosa, te puedes ahorrar esa risita nerviosa y de mal gusto que tienes ganas de soltar.

3.- En un entierro. No tiene ninguna gracia, sobre todo para los familiares. Y si tú eres uno de ellos, háztelo mirar.

4.- En misa. La disposición ha de ser buena, incluso de cierta alegría. Pero la carcajada impetuosa cuando el cura se confunde o cuando a alguien se le resbala la sagrada forma de la boca, no tiene lugar. Asimismo, intentaremos no ser demasiado efusivos a la hora de dar la Paz (algunos parece que acaban de coincidir en la barra de un bar y que se van a tomar un par de cañas para celebrarlo).

5.- En el retrete. Quizás te hayas llevado el periódico, una revista o un cómic de Mortadelo y Filemón. Tú sabrás, pero hacer las dos cosas a la vez te puede cortar el rollo. Si eres de los que controlan perfectamente sus esfínteres, ¡enhorabuena!
6.- En momentos románticos o de pasión. Como digo, la alegría es natural, sobre todo en el amor. Pero si tienes ganas de soltar una carcajada que no vas a poder compartir con tu pareja porque precisamente te estás riendo de la cara 'tan graciosa' que pone cuando se pone melosa, pues es mejor que te contengas. ¿Estás en lo que estás, o es que no sabes lo que se espera de ti en esos momentos? Una risa explosiva e inoportuna te puede cortar el deseo de raíz.

7.- En clase. A no ser que al profesor le haya dado por imitar a Chiquito de la Calzada, la carcajada incontenida no está justificada. Es sabido que a veces la risa viene en las situaciones más incómodas o cuando no está bien vista, pero la madurez se demuestra controlándola.

8.- Desgracias o debilidades ajenas. Caídas escandalosas, balonazos en la cabeza o en las partes nobles, tropiezos, resbalones, peinados imposibles, acentos extraños, infecciones contagiosas, miedos patológicos, etc., etc. Una carcajada demuestra poca empatía por la persona que sufre. A no ser que la persona afectada se tome sus desgracias con un humor inusitado, es mejor que te contengas. Y aún así, no te fíes. Él -o ella- puede hacerlo porque son SUS desgracias. Ya podrás reirte tú cuando te toque a ti.

En general, es el sentido común el que te dirá cuándo puedes reirte y cuándo deberás permanecer con la boca cerrada. En cualquier caso, cuando puedas hacerlo, hazlo con ganas, sin censuras. Al fin y al cabo, la risa es una de las cualidades humanas que nos diferencia del resto de los seres vivos. ¿O no?