lunes, 10 de agosto de 2009

Me quedo con el amor

Dicen que tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor. Y también dicen que el que las tenga todas, que le dé gracias a Dios. Intuimos que la felicidad absoluta no existe, por eso nos empeñamos muchas veces en elegir entre una y otra, aunque nos cueste. Y en cuanto elegimos, nos damos cuenta de que no podemos vivir sin las otras dos. Después de pensarlo mucho, si he de quedarme con una sola, elegiría el AMOR. No creo que haya otro sentido en la vida que dar y recibir amor. Y lo digo precisamente en un momento en el que he podido comprobar que la falta de salud te las hace pasar canutas, porque sin ella poco se puede hacer. Pero por sí sola no da la felicidad, igual que el dinero.

El Amor es el único sentimiento que tiene la capacidad de hacer feliz por sí mismo, aun faltando los otros dos factores en la ecuación. Es universal, tiene el poder de trascender todo y a todos, y en su concepto más amplio involucra al alma, lo más íntimo y espiritual de cada ser humano.

Normalmente se asocia con el amor romántico, una relación pasional entre dos personas. Sin embargo, sus tentáculos llegan a todas las relaciones, tales como el amor platónico, el amor a uno mismo (o autoestima), el amor filial (entre padres e hijos), el amor fraternal (entre hermanos y otros parientes), la amistad (que viene de la necesidad de socialización), el amor al prójimo (que nace a su vez del uso de la facultad que tenemos de empatizar y tolerar), el amor a los animales y a las plantas, el amor hacia Dios (devoción) y el amor Universal, que es el que todas las personas pueden llegar a sentir por el medio natural en que viven.

Me quedo con el amor porque, en definitiva, será lo que quede cuando yo me vaya. Seguramente, el dinero y la salud me habrán permitido tener una buena o mala calidad de vida, pero eso depende de muchos factores, entre ellos, la suerte. El amor, sin embargo, sólo depende de nosotros. Es un arte, una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad de quien lo vive. Es decisión, elección y actitud. Requiere esfuerzo, contemplación y conocimiento. Y eso no desaparece en cuanto dejamos de existir, porque deja una huella que no puede borrarse jamás.
Me quedo con las montañas, el mar, los atardeceres, la lluvia, el sol y el viento.
Me quedo con las sonrisas, el afecto, las lágrimas, el ánimo, el consuelo, el abrazo y los besos.
Me quedo con la música.
Me quedo con lo que pueda amar para siempre.

Incluso desde el punto de vista de la Biología, el amor está relacionado con la supervivencia del individuo y de la especie. Si la supervivencia es el fin biológico más importante, es lógico que los humanos le confiramos un sentido muy elevado y trascendente.

Además, el arte de amar conlleva dejar atrás algunos hábitos perjudiciales para la salud como el rencor, la envidia, la lujuria, la ira, las disputas, etc., lo que repercute también en el bienestar de nuestro cuerpo serrano (al que también debemos amar mucho). Si estos defectos tan típicamente humanos los dejáramos de lado, seguramente nos ahorraríamos muchos disgustos, dolores de cabeza, infartos, úlceras, depresiones, y desgracias varias. Así que la práctica del amor puro y duro lleva aparejada una salud de hierro. Pero claro, ¿podemos los hombres amar real y plenamente? Pues eso es lo difícil, porque humanos somos y los defectos nos vienen de serie.

Sin embargo, tenemos la suerte de comprobar que se puede tender a la santidad, que es la cualidad de aquellas personas cuyo amor está cercano al Amor Universal o a Dios, es decir a la humanidad, la naturaleza, el arte o la belleza, lo que se asocia con otras virtudes o capacidades como la empatía, el sacrificio, la contemplación, etc.

Para un cristiano, amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo son las dos cosas más importantes en la vida. Tanto es así que San Agustín dijo un día: "Ama a Dios y haz lo que quieras". Y es que el amor a Dios lleva implícito TODO el sentido de la existencia humana.

El amor es la manifestación de un estado del alma o de la conciencia. Podría decirse que es Dios mismo. Por eso, independientemente de nuestros actos, de nuestra apariencia, o de nuestras debilidades, tenemos dentro algo bondadoso y puro capaz de todo lo mejor. De nosotros depende hacerlo aflorar; de que, con esfuerzo y constancia, pueda tender a la excelencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Personas importantes, provinientes de todos los campos profesionales y empresariales, con dinero y salud a raudales, han arruinado su salud consciente o inconscientemente, y al final han fallecido o se han suicidado, y cuando se ha investigado sobre sus vidas, la mayoría de las veces nos hemos encontrado con que el motivo principal era la falta de amor. No sentirse amado por una padre, una madre, un compañero/a sentimetal o un hijo puede provocar enfermedades reales en nuestro cuerpo y en nuestra mente. La prueba es que el desamor produce más adicciones al alcohol o a las drogas que la falta de salud o de dinero (aunque esto último también ha sucedido en momentos puntuales de la historia).
Yo también me quedo con el amor porque tiene el poder de anestesiar cualquier dolor y sobrellevar mejor la falta de dinero. Solo tengo un pero, y es que creo que las necesidades básicas tienen que estar cubiertas. Y tengo la sospecha de que para dar AMOR y recibir AMOR no es necesario ser cristiano, ya que existen los valores naturales en las personas.