viernes, 3 de julio de 2009

EN SUS ZAPATOS


La empatía es una de las cualidades más escasas de nuestra inteligencia emocional y, por desgracia, no se da en todas las personas por igual. Sentir la alegría o la pena del otro como si fuera propia se ve cada vez más como algo peligroso, comprometido o irreal. Pero los que son capaces de sentirlo así, los que tienen una verdadera habilidad empática, tienen también más capacidad de transmitir amor, viven intensamente la vida y tienen mejores relaciones sociales porque comprenden mejor las emociones de los demás.

Y es que observar el dolor ajeno activa en nuestros cerebros estructuras similares a las que se ponen en marcha cuando somos nosotros los que sufrimos. Pero ahora, gracias a un nuevo estudio, sabemos que esa respuesta empática es mayor cuando ambas personas son de la misma raza. La empatía es una respuesta que ocurre de forma inmediata cuando observamos, por ejemplo, cómo una persona sufre dolor. Según sugieren algunos trabajos, esta capacidad alcanza un nivel de desarrollo distinto en cada individuo y suele estar influida por los vínculos afectivos así como por las relaciones sociales.

Científicos de la Universidad de Pekín (China) diseñaron un experimento para comprobar si estas conclusiones tenían una base fisiológica. Para ello, eligieron a 17 participantes chinos y 16 caucásicos cuyo cerebro se exploró mientras veían a seis modelos de cada raza recibir un estímulo doloroso y uno no doloroso.

Mientras los participantes observaban los videoclips que mostraban pinchazos con una aguja o con un bastoncillo de algodón, los investigadores monitorizaron sus cerebros a través de una resonancia magnética para ver qué zonas del encéfalo se activaban, con qué intensidad y en qué momento. Esta prueba demostró la existencia del sentimiento empático. Cuando los participantes visualizaban los pinchazos con una aguja, la actividad en el córtex cingular anterior era mayor que cuando se trataba de un algodón. Con una particularidad: esta región cerebral trabajaba con mayor intensidad cuando el modelo era de la misma raza que el observador.

"Nuestros resultados tienen importantes implicaciones para comprender los comportamientos sociales", señalan los autores en la revista 'The Journal of Neuroscience', que publica el estudio. Así, se corrobora la hipótesis de la existencia de prejuicios inconscientes hacia individuos que pertenecen a grupos distintos de los propios, en este caso, étnicos. No obstante, el análisis de los datos mostró que, a pesar de este sesgo, cada participante tenía una habilidad distinta para la empatía.

Esto también explicaría algunas diferencias que se dan en el mundo occidental en el tratamiento o repercusión de algunas noticias como, por ejemplo, el secuestro o desaparición de niños. Todos hemos visto cómo el caso Madeleine afectó a millones de personas hasta el punto de ser portada de todos los periódicos durante varios meses, mientras que apenas se ha dado cobertura a otros casos similares que ocurren (y, por desgracia, seguirán ocurriendo) en otros puntos del planeta. Y es que la capacidad para entender y compartir las emociones del otro es mayor cuando nos sentimos identificados con él. Nuestro circuito neuronal no lo puede remediar. Pero donde no llega la ciencia, debería llegar la voluntad, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Afirmativo. Así debería ser. Es curioso como en "otros asuntos", y según las personas, nos sale la empatía por todos los poros de nuestra piel.