Todos los años por estas fechas me pasa lo mismo. Tan pronto estoy eufórica como de bajón. La ciclotimia es mi estado natural durante unos cuantos días y, por mucho que me rebele, poco puedo hacer para evitarlo. Sí, mi relación con la primavera tiene algo de perturbador, así que me afectan para bien o para mal sus idas y venidas. El aire que respiramos se carga de polen, lo que deriva en una buena alergia, a lo que le sigue la consabida astenia. El Multicentrum ya no es suficiente y necesito otras maneras de cargar las pilas. Mi organismo se pone a prueba y, aunque acabe ganando la partida, la lucha le deja una sensación extraña. Y es que la primavera entra por mis ojos como el estallido de una revolución.
Eso sí, no puedo negar que es un mal necesario que me prepara para disfrutar de lo que deja a su paso: paisajes hermosos, brisas suaves, etc, etc. ¿Quién no ha recibido con gusto el sufrimiento alguna vez a sabiendas que lo que vendrá después le compensará con creces? Pues eso.
Así que hoy voy a recibir a la primavera con resignación, pero con la esperanza de que cambie un montón de cosas a su paso. Que se lleve lo malo y que haga florecer lo bueno. Aunque duela, aunque tengamos que prescindir de las ramas viejas para que broten otras nuevas.
Mientras tanto, deshojaremos las margaritas.
1 comentario:
Pues eso.
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