En su libro "Desarrolla tu cerebro. La ciencia de cambiar tu mente", el doctor Joe Dispenza asegura que "no hay ninguna edad en la que dejemos de cambiar el cerebro. Lo único que detiene su evolución es el hábito de pensar, actuar y sentir del mismo modo por el resto de tu vida". O sea, que eso de decir que "yo hago (pienso, siento) esto porque soy así o porque soy asá y siempre lo haré (o pensaré, sentiré) así porque siempre lo seré" manifiesta un inmovilismo vital absurdo y demuestra una falta de perspectiva terrible.
Eso tampoco quiere decir que cambiemos nuestros buenos valores y principios cada dos por tres, ya que eso debería ser el único hábito inalterable de nuestro ser. A lo que se refiere Dispenza es a que podemos controlar el cerebro transformando nuestra manera de ver las cosas, utilizarlo en nuestro beneficio para ser más felices. Al fin y al cabo, es de lo que se trata en esta vida, ¿no?
Según este doctor, hay cientos de personas con enfermedades graves que han conseguido sanar por sí mismas gracias a que han cambiado su arquitectura neurológica. Desde el punto de vista mecánico, el cerebro sólo es un órgano con una gran cantidad de neuronas que se comunican entre sí, pero también nos permite modificar nuestra conducta.
Así, aunque a priori parezca imposible, seríamos perfectamente capaces de reinvertarnos a nosotros mismos. Cuando nos concentramos en algo, el lóbulo frontal se centra en el nuevo pensamiento y el cerebro rehace su cableado. Esto quiere decir que podemos cambiar nuestra mentalidad fortaleciendo estas nuevas conexiones y eliminando las que no utilizamos. Pero hay que repetir esa experiencia para activar el cerebelo, que hace que la mente y el cuerpo trabajen juntos.
Según estas afirmaciones, la genética tendría un peso menor a la hora de explicar ciertos comportamientos, e incluso podría 'reprogramarse". A este respecto, Dispenza explica que la organización de los circuitos del cerebro es lo que nos confiere nuestra individualidad, que nos viene dada por la genética de nuestros padres y por el entorno. Nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que crean adicción a determinadas sensaciones. Pero podemos reprogramar nuestro cerebro. Entonces..., ¿este estado memorizado constituiría nuestra nueva personalidad? Pues parece ser que sí, ya que la repetición de estas señales sería lo que haría que algunos genes se activaran y que otros se adormecieran. Estas reacciones químicas provocarían diversas emociones que enseñarían al cuerpo lo que la mente ha aprendido.
En conclusión: que si no tenemos nuevas experiencias, el cerebro no puede cambiar.
Así que no me queda otro remedio que acoger de buen grado mis experiencias pasadas (buenas y malas) e ir en busca de otras nuevas que hagan desarrollar mi mente, a poder ser, para bien.
Ahora sí que sí, voy a comprarme una bici nueva.
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2 comentarios:
¿Y por qué no te apuntas al servicio de BiZi?
La naturaleza es sabia, y las experiencias, buenas y malas, que no estemos dispuestos a vivir, ya se encargará ella de que las pasemos de una u otra forma y a su manera. Al final, todo lo vivido y lo intuido conforman nuestro cerebro, y la fuerza de la mente tiene que trabajar a destajo para propiciar el cambio que a veces pedimos a gritos nosotros mismos.
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