miércoles, 24 de marzo de 2010

La comida, además de saludable, un placer


¿Cuántas veces nos hemos alimentado con productos o preparados que no nos gustan ni un pelo pero que sabemos que nuestro organismo necesita para estar saludable? ¿Es imprescindible pasar por un trauma de estas dimensiones? ¿Es necesario que una comida, para ser sana, tenga que ser insípida a más no poder? Pues parece ser que no. Una comida puede ser saludable y, a su vez, ser un placer para todos y en cualquier situación: niños, jóvenes, adultos, ancianos, estén sanos o enfermos.

La Fundación Alícia, cuyo nombre parte de la fusión de 'alimentación' y 'ciencia', es una organización creada por la Generalidad de Cataluña y Caixa Manresa para dar respuestas culinarias concretas a personas que tienen que llevar una alimentación restringida o especial. Así, pacientes con diabetes, fibrosis quística o cáncer, entre otras enfermedades, pueden beneficiarse no sólo de la calidad de los alimentos que ingieren, sino también de no perder el gusto por la comida.

El chef Ferrán Adriá, que preside el Consejo Asesor de Alícia, ha llevado a cabo un experimento de un nuevo concepto de comida triturada en el hospital Sant Andreu de Manresa que ha permitido recuperar olores y sabores a aquellas personas que, por problemas de salud, no pueden masticar. Parece ser que el 50% de los ingresados en el centro, que deben alimentarse de preparados, han podido degustar nuevas texturas y sentir el aroma de platos nutricionalmente muy completos.

Según explicó el propio Adriá, los pacientes se han mostrado satisfechos con los nuevos platos, entre los que figuran la escudella catalana, el pollo con 'samfaina' y la tortilla de patatas. Además, al añadir gusto y texturas distintas a la preparación, los usuarios recuerdan sabores olvidados que asocian a vivencias propias.

A ver si cunde el ejemplo y toma nota el resto de hospitales. Que los enfermos estarán enfermos, pero no dejan de tener sentido del gusto y del olfato. Y desmoraliza muchísimo que la hora de comer sea un suplicio. Si es verdad que se pueden experimentar con otras texturas y sabores, a pesar de que conlleven un coste algo mayor, saldremos ganando todos. Al menos, acabará el contrabando de bocatas de jamón y bombones, y la sanidad pública podrá ahorrarse los gastos derivados de ese atracón desesperado del paciente que ya le da igual todo con tal de llevarse algo más comestible a la boca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca he prestado mucha atención a los estudios culinarios del sr. Adriá, porque me parecían una tomadura de pelo, pero tengo que reconocer que esta vez le ha sacado una utilidad provechosa. Desgraciadamente, aun así, no creo que los hospitales se lancen a probar sus experimentos.

way dijo...

Me parece una idea maravillosa que los sabores de alimentos que le están vetados a la mayoría de los enfermos, les sean ofrecidos con esta nueva práctica culinaria. Además se podría conseguir calmar la ansiedad que produce en el individuo, el momento de llevarse a la boca algo insulso, y, a veces hasta de sabor desagradable, ya que no podemos olvidar que también pasa por el paladar.