martes, 20 de enero de 2009

AL MARGEN DE COYUNTURAS

Encontrar a una persona dispuesta a ofrecer ayuda desinteresada a alguien que ni siquiera conoce pero que la necesita con urgencia es como encontrar una aguja en un pajar. Sin embargo, una vez hallada, sirve de ejemplo para muchas otras personas con cierta sensibilidad que empiezan a hacerse preguntas y a valorar si realmente el tiempo que viven lo utilizan de la mejor forma posible.

A principios de este mes de enero aparecía en las páginas de Heraldo Abierto la historia de un matrimonio de rumanos que había tenido trillizos estas Navidades y que se las veía y deseaba para organizarse con los pediatras, el trabajo de él, y las citas con el médico de ella, que sufre una embolia pulmonar como consecuencia del parto. No pueden contar con la ayuda de su familia, pues viven solos en Zaragoza, y se encontraban atados de pies y manos. El problema era que la mujer, Magdalena, no podía acudir a su centro de salud cada semana para hacerse las pruebas pertinentes, totalmente necesarias para su salud -desde el parto, corre el riesgo de que su sangre se coagule-. Su situación le impedía salir de casa, sus bebés nacieron prematuros y el temporal en la calle tampoco animaba a sacarlos. Además, el matrimonio vive en un cuarto piso sin ascensor, con lo que la tarea de bajarlos a los tres, carrito aparte, es inviable para una sola persona que además no se encuentra al 100% físicamente. Su marido, Florín, hizo lo que pudo durante el permiso, pero volvió al trabajo y tuvo que dejar sola a su mujer.

He aquí que una señora llamada Guadalupe, madre de cuatro hijos, ve la noticia, se detiene en ella y decide hacer algo por esta familia. De hecho, puede hacerlo porque, según ella, tiene mucho tiempo libre. Y no encuentra mejor forma de aprovecharlo. Así que, sin pensárselo mucho, llama a Heraldo de Aragón para que le pongan en contacto con el matrimonio y ofrece su ayuda desinteresada. Ella irá a cuidar a los tres niños mientras su madre se tenga que ausentar para acudir a sus citas con el médico. Una vez a la semana o las que sea necesario. Magdalena no da crédito a lo que sucede. Una desconocida va a ayudarle sin darle nada a cambio. A partir de ese momento, algunas asociaciones como Familias Numerosas de Aragón '3ymás', Cruz Roja y los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Zaragoza se movilizan. Seguramente su reacción haya sido más motivada por el altruismo de Guadalupe que por la noticia publicada por el diario. O tal vez pensaran que si una señora de a pie podía hacer mucho por esta familia de rumanos, algo más podrían hacer ellos.

El viernes 16 de enero, Guadalupe acudió a las 8.15 horas a casa de Magdalena para que ésta fuera a tratarse de su dolencia pulmonar. Unas nociones básicas de la cantidad de leche que tomaba cada trillizo y las horas a las que debía darles el biberón fueron suficientes para que Magdalena pudiera acudir "tranquila" a su cita con el médico a las 8.35. Tan sólo tardó 45 minutos en volver, y al despedirse, quedaron en que la próxima semana irían juntas al pediatra.
Guadalupe cree que no hay nada que agradecer, a pesar de que Magdalena no para de darle las gracias. Dice que los trillizos "son muy buenos" y que le gustan mucho los niños. Además, insiste en que a sus hijas les ha inculcado la importancia de ayudar a quien lo necesita, y que si no es ella quien da ejemplo, "a ver quién va a ser".

Para Guadalupe, cuidar a estos niños se ha convertido en una bonita experiencia y, sobre todo, en una satisfacción. Pero lo más evidente es que para el resto de mortales se convierte en todo un ejemplo de solidaridad y empatía. Ese tiempo lo podía haber empleado en mil cosas, incluso alguna de ellas podría haberle reportado algún beneficio económico, pero ella ha preferido ser útil a quien lo necesita y no puede permitirse pagar. Y con su acción ha arrastrado a varias asociaciones que a partir de ahora prestarán más ayuda a esta familia. Para que luego digan que una sola persona no puede hacer nada. Una sola persona tiene más poder del que cree si se guía por el corazón y éste le lleva a la acción. Es lo que puede marcar la diferencia, al margen de las coyunturas. ¿Estaríamos tan expuestos a las crisis (económicas, de principios, culturales, etc) si los hombres tuviéramos como práctica habitual la empatía y la solidaridad?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Bien por Guadalupe! No debe de ser fácil tomar una decisión así en estos tiempos que corren. Hay gente que pensará que está loca. Ojalá esta familia sepa valorar el gesto.

Anónimo dijo...

A las personas, en general, nos gusta ayudar a nuestros semejantes mucho más de lo que creemos. Cuando se puede y se quiere se ayuda, pero también es cierto que, en muchas ocasiones, existe reticencia, desconfianza, y lo que es peor "envidia" por el que es ayudado sin nada a cambio, hacía la persona que le ayuda por su situación más cómoda. Creo que a la larga puede desencadenar sentimientos negativos. En consecuencia no solamente no resulta valorado el gesto, sino que se vuelve en contra del que ayuda (hablo de una persona concreta). Otra cosa son las Instituciones. No obstante, esta reflexión no es motivo para dejar de ayudar siempre que podamos.

Anónimo dijo...

Emocionante post, neurona positiva. Esto es todo lo contrario del "favor con favor se paga". Si hay que pagarlo, no es favor, es intercambio. Y eso no es altruismo. Otra cosa es que uno, inconscientemente, haga favores e indirectamente reciba una recompensa material o emocional.