No es un truco. Es 'Snowball', una cacatúa muy marchosa que no actúa por imitación. Según publica el suplemento XL Semanal, su baile ha modificado la manera en que los neurocientíficos entienden los procesos asociados a la percepción de la música y el movimiento rítmico, ya que contradice la tesis darwinista de que sólo los cerebros humanos están predispuestos para la danza. Otra teoría que se le desmonta al pobre Darwin. No sé dónde vamos a parar...
Aunque Snowball baila con el ritmo y la sincronización de un niño de cuatro años, el investigador Aniruddh Patel, del Instituto de Neurociencias de La Jolla (California) asegura que es una habilidad que está presente en la mayor parte de los pájaros, pero no en los primates, puesto que la capacidad de bailar se asocia con nuestras habilidades vocales. Asimismo, otros animales como los delfines, las focas y las ballenas tienen la misma capacidad, por lo que también deberían poder bailar, "aunque aún no lo sepan", explica el investigador. Según él, este descubrimiento podría llevarnos a importantes avances sobre la compleja relación neuronal entre los sistemas auditivo y motor, lo que podría ayudar a desentrañar enfermedades como el párkinson.
No es difícil de creer. Los beneficios de la danza en el ser humano saltan a simple vista. Además, tiene la ventaja de que es un comportamiento universal que puede ser practicado por todos y a cualquier edad. Y siempre responde a un estímulo positivo. Personas de distintas edades y condición física pueden bailar durante horas en una fiesta sin sentirse agotadas gracias a la adrenalina y la serotonina que sus cuerpos generan durante la danza. Y tan a gusto. Que no es lo mismo hacer idéntico esfuerzo picando piedra. Por eso no es extraño que todos conozcamos a alguna abuela, suegro o tía entradita en años a quien no le gana nadie en la pista de baile, que parece no cansarse nunca, pero que no sabe lo que es ponerse un chándal para hacer deporte.
Y es que otros expertos aseguran que la realización de movimientos coordinados estimula nuestro centro de recompensa cerebral. Bailar pone en funcionamiento los mismos centros cerebrales que despiertan el placer de una buena comida o de la risa, una razón evolutiva para que esta forma de expresión haya perdurado en el tiempo.
Pero que no se preocupen los abonados a la barra fija. Según los diversos estudios, podría valer ser un mero espectador. Resulta que cuando vemos bailar a alguien se activan las mismas zonas del cerebro que lo harían si fuéramos nosotros los bailarines -el efecto en los michelines, sin embargo, no es el mismo-. Las responsables de esta "identificación con el otro que baila" son las neuronas espejo, una serie de células nerviosas que residen en el área motora del cerebro y que provocan nuestra emoción cuando un bailarín interpreta una pieza cargada de sentimiento. O sea, que vale mirar, pero los efectos son más o menos buenos dependiendo de a quién miras. Así que elige bien la próxima vez.
El científico Lawrence Parsons, de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) ha demostrado que bailar mejora la memoria operativa, la planificación ejecutiva, la habilidad en la realización de multitareas y la concentración -Snowball debe ser entonces la cacatúa más lista y eficiente del mundo-. Además, la danza tiene efectos psicológicos positivos, ya que ayuda a expresar nuestros sentimientos y comunicarnos con los demás. Será verdad. ¿No os ha pasado nunca haber visto bailar a una persona y no necesitar saber nada más de ella? A mí, por fortuna unas veces y por desgracia otras, me ha dado a menudo esa sensación.
2 comentarios:
Ahora entiendo porque me lo paso pipa viendo Fama!
Sí, la verdad es que los bailes de las bodas son caldo de cultivo para ver de todo.
Mi paso de baile favorito es la garza real. Lo bordo. Por lo demás, soy un torpe arrítmico.
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