La frase pertenece a la Biblia, más concretamente al Sermón en la montaña que da Jesús a sus discípulos y a la multitud de gente que se encuentra reunida en torno a ellos.
Habla de la verdadera generosidad, aquélla que no necesita ir precedida de grandes trompetas para hacerla brillar. No necesita ser alabada por nadie, porque en sí misma obtiene su recompensa.
Al margen de honrosas excepciones (que, por fortuna, conozco), muchos de los actos generosos que se dan en nuestra sociedad suelen ir anunciados a bombo y platillo para que puedan ser admirados por todos. Somos como "empresas" que, para cuidar su imagen, necesitan hacer marketing y publicidad. Para que los demás tengan un buen concepto de nosotros, para que suban nuestras acciones, tenemos que vendernos un poquito. Así, la intención resta bondad a nuestra acción. De todos modos, éste es el menor de los males, porque las personas que son objeto de esta "generosidad" salen igualmente beneficiadas.
Pero la generosidad más grande que conozco es la que cualquier padre o madre que se precie es capaz de dar a sus hijos. Es una generosidad muda, en estado puro. Es el muro donde se estampan los reproches (parientes cercanos de la generosidad mal entendida), porque nace del amor más absoluto e incondicional.
Un buen padre me ha enviado esta mañana este spot de la ONCE que pertenece a una de sus últimas campañas y que hemos visto varias veces por televisión. Dice que en apenas un minuto y medio este anuncio resume perfectamente lo que es ser madre o padre. Y es verdad, porque un solo gesto lleva implícito todo lo demás.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Este anuncio me impactó cuando salió y me sigue impactando. La alegría, fácil de adivinar, que se produce dentro de la madre cuando se da cuenta de que tiene en sus manos media tarta de "felicidad" para su hija y sus nietos, resulta, en mi opinión, una experiencia SUPERIOR, EXCELSA, difícil de igualar.
Publicar un comentario